Dirige un grupo con dos establecimientos hoteleros, El Villa de Castejón y El Toro, y responsable de la restauración del Palacio de Congresos Baluarte, del Pabellón Arena y Senda Viva. Con 150 trabajadores, factura 12 millones. Es de Azagra, vive en Tudela y pasa el 40% del tiempo en Pamplona. Propietario del sorteo de La Gorda de Navidad, espera ampliarla a otros fechas del año .
BERISA, Berisa, Berisa. El apellido es de la localidad de Azagra. Pero si se repite tres veces se trata, sin duda, de uno de los cuatro hijos de Jesús Berisa Berisa y María Teresa Berisa Martínez, primos entre sí, además de matrimonio. Uno de estos hijos, el tercero, es Jesús (Azagra, 15 de abril de 1969) es el presidente de Eventshotels, sociedad que comparte con su mujer y que incluye la propiedad del Hotel Villa de Castejón y El Toro, además de la restauración de Sendaviva y del Pabellón Navarra Arena. Ahora ha unido la restauración de Baluarte, que incluye La Terraza, el restaurante Verduarte, el equipo de eventos y un restaurante de comida, todavía en proyecto, para comer con los dedos, Finger Food, también para llevar a casa. Además, participa en la cadena Bed4U Hoteles. De un pequeño hostal en Azagra ha pasado a ser el presidente de un grupo de 150 trabajadores fijos y 350 eventuales. “Cada mes firmamos más de 500 nóminas”, dice. La facturación del grupo es de 12 millones de euros. Pero todo tiene sus comienzos…
¿Cuáles fueron sus inicios? Vivía en Azagra , de donde soy. Mi padre era un agricultor medio. Tenía 100 robadas de viña y otras 100 de regadío. Con familia de agricultores, el verano y las fiestas de guardar estaban destinados a ir al campo a lo que tocara: alcachofa, tomate, patata, hasta frutales, como melocotones, manzanas, peras… Siempre había algo que plantar y siempre algo que recoger.
¿Le gustaba? Cuando vas mucho al campo de pequeño, acaba gustando poco. Yo siempre dije que, después de haber sido hijo de agricultor, a cualquier cosa que nos hubiéramos dedicado, nos hubiera gustado más. El campo es duro, estás muy expuesto a la climatología.
¿Cómo recuerda esos veranos? Ninguno era bueno, porque coger coliflor con hielo era malo; tomate a 40 grados y con mosquitos, también. En fin, dedicarme a a la hostelería era como alcanzar algo divino, un lujo. Yo había estudiado en el Luis Amigó interno EGB y después empecé electrónica en el Puy de Estella. Pero lo dejé. Fue trabajando cuando he hecho más formación. Mi padre tenía claro que no quería el campo para sus hijos como salida profesional y, con una gran visión de futuro, montó un negocio de hostelería en mi localidad natal, Azagra. Para que ninguno continuara su trabajo en el campo.
¿Qué negocio montó? El Hostal Venecia. Tenía seis habitaciones (ahora, 12) y 300 metros cuadrados de cafetería y restaurante. Trabajábamos mi madre, en la cocina; mi hermana Elvira, en el comedor; y yo, en la barra. Éramos el
equipo perfecto. Ahora es propiedad de mis hermanos mayores. El pequeño es el jefe de cocina general de Eventshotels.
¿Cómo aprendió el negocio? En un negocio familiar se aprende pronto. Lo sientes como propio, es como una extensión de tu casa. De todas formas, dos meses antes de empezar estuve en un bar de Azagra aprendiendo. Y sí que pasé a ser muy lector de libros sobre el oficio al que me dedicaba, al de camarero.
¿Qué leía? Libros de todo tipo, de servicios, cocktelería, atención al cliente, ventas… Hice cinco cursos de cocina de técnicas diferentes. Mientras, trabajé durante siete años en el Hostal Venecia. Mi hermano mayor, que trabaja en Tracasa, venía por la tarde. Y el pequeño también, cuando le dejaban los estudios, porque hizo Hostelería en la Escuela de Burlada cinco años. Paralelamente, durante ese tiempo, gestionábamos otro negocio, el de la Barca de Azagra.
¿En qué consistía? Era un merendero a orillas del río Ebro. La propiedad era municipal y nosotros nos la quedamos por subasta para su explotación durante cinco años. Además de ofrecer servicio de restauración, compramos un catamarán, lo trajimos desde EE UU y hacíamos excursiones por el Ebro con los clientes. También teníamos piraguas de alquiler, barcas con pedales, una plaza de toros en la que organizábamos vaquillas, siempre en fechas que no coincidieran con las fiestas de pueblos, y teníamos un escenario donde coordinábamos espectáculos. El lugar continúa, aunque ya sin barcas.
Suena a novedoso. Buscábamos la diferenciación, tener un elemento más, como la barca, para que la gente viniera y quisiera pasar un día en el campo. Mi padre nos inculcó la cultura del esfuerzo y la responsabilidad a los cuatro hermanos. Eso lo llevamos marcado a fuego. A día de hoy, que va a cumplir 85 años, todavía me sigue diciendo qué hago mal o cuando hago algo que no le gusta.
¿Ah, sí? No me dice qué tengo que hacer. Pero opina sobre lo que hago. No me llama mucho, pero si hay algo de lo que hago que no le gusta, me llama y me lo dice. Y seguramente tendrá razón, así que le hago caso. En resumen, fueron años de duro trabajo en la hostelería familiar. Hasta 1996, que fue cuando entré en el mundo de los hoteles.
¿Por qué se decidió a ese cambio? Vi que el margen y las posibilidades en un negocio de hostelería en un pueblo eran pequeños. No dejaba de ser un trabajo de autoempleo. Siempre ambicioné llegar al mundo de los hoteles. Era más divertido.
¿Qué quiere decir divertido? Divertido para mí significa una evolución respecto a lo que haces, en una dimensión mayor. Lo que más ambicionaba era tener una mayor cifra de negocio, no tanto por ganar, que eso no era un factor determinante. Todo lo que hago en mi vida tiene que ver con aportar pasión a lo que haces. Eso es lo que me genera automotivación diaria, que a mí me hace bastante feliz.
¿Cómo dio el salto? Tuve la oportunidad de acabar en el Hotel Villa de Castejón, que era el mayor hotel de la Ribera. Me pareció un salto de cero a todo. Todo era grande, tenía ubicación, tamaño y posibilidades.
¿No le dio miedo? No. Cuando las cosas se hacen bien acaban saliendo bien. Era un negocio que iba mal y yo llegaba con una preparación no muy adaptada a lo que Villa de Castejón necesitaba, que era alguien con formación y experiencia. Pero yo lo compensé con mayor dedicación, implicación e interés en el mínimo detalle. Un grupo de empresarios navarros del sector había comprado el Villa de Castejón. Reconfiguraron el equipo y yo pasé a formar parte de él como director del hotel de 1996 a 1997. En ese año pasé a ser socio con otras dos personas de la empresa arrendataria del hotel. Una de ellas era Sebastián Beunza, quien fue mi mentor y con el que me desarrollé profesionalmente. Yo acabé aprendiendo a ser más paciente, más ordenado y previsor. El establecimiento acabó yendo muy bien. Hice ganar dinero al grupo inversor. Decidimos constituir una sociedad de explotación con tres socios, incluido yo. Se trataba de Vicastelar Servicios SL desde la que explotábamos, además del Villa de Castejón, Ñ de Tudela, Palacios de Alfaro, Cadosa de Soria, además de la restauración de Senda Viva. Llegué a llevar 4 establecimientos más Senda Viva. Así estuvimos desde 1997 a 2009, cuando llegó el cambio.
¿Qué pasó en 2009? Tuve la oportunidad de independizarme. Me quedé solo como socio en Vicastelar y compré el Villa de Castejón. Me dediqué únicamente entonces al Villa y a Senda Viva.
¿En plena crisis? Villa era el más difícil de gestionar, el de mayor riesgo, pero el que tenía más posibilidades. Estábamos en crisis, pero tenía credibilidad bancaria y un proyecto para comprarlo y reformarlo entero. Ahí se basó el gran cambio del Villa, en imagen, producto, equipo y marcas. La compra costó cinco millones y la reforma, tres.
¿No pensó nunca que no fuera a salir? ¿No le daba vértigo? Soy muy seguro de mí mismo. Las cosas, de darme vértigo, no las haría. Tampoco hago nada que se salga de lo mío. En 2013 El Villa acabó teniendo un cambio económico que consolidamos. Llega 2017 e incorpora El Toro&Spa. Lo compramos. Volvió a ser un reto tan importante, como lo fue la compra del Villa de Castejón. Fue una gran oportunidad para crecer. Inicié los trámites en 2016, cuando no se sabía que iba a cerrar. Si no, igual no lo hubiera podido comprar porque podían haber surgido más interesados. El hotel estaba para reenfocarlo en todo, en producto, cliente, categoría, servicios, diferenciación… La inversión en la reforma fue de un millón de euros. Así repetí la hazaña que había hecho con la compra del primer hotel.
En esta situación, ¿cómo surge Eventhotels? En 2018 decidimos crear una marca paraguas. Incluye el nombre de ‘events’ porque los eventos iban a ser una parte importante, hoteles pensados para hacer eventos. Hoy esta parte supone el 40% de nuestra facturación. Además, creamos los servicios centralizados en unas oficinas en Tudela, desde donde damos apoyo y servicios a toda la organización, con 15 personas. En ese año nos presentamos como candidatos al concurso público presentado por NICDO ( la sociedad pública navarra de Infraestructuras de Cultura, Deporte y Ocio) para la explotación de la restauración de Baluarte y el Arena. Nos lo adjudicaron en julio. El 25 de septiembre dimos el primer servicio de restauración en el Pabellón Arena y el 8 de octubre empezamos en Baluarte.
“Facturaremos 25 millones en 2025 con la compra de establecimientos”
¿Cuáles son las cifras principales de su negocio? Entre 2019 y 2021 invertiremos 1, 5 millones de euros. Parte va destinado a Villa de Castejón, para hacer 20 habitaciones nuevas. Y en Baluarte estamos invirtiendo en mobiliario, adaptación de espacios, actualización de instalaciones, equipamiento… En cuanto a facturación, en 2019 la cifra será de 12 millones de euros. En 2021 llegaremos a los 14 millones. Y en 2025 la doblaremos, hasta los 25 millones de euros.
¿Cómo? Con nuevas adquisiciones y nuevos modelos de negocio.
¿En Navarra? Dependerá. Habrá algún otro negocio que nos encaje en Navarra en alojamiento, siempre que no ‘canibalice’ a los que tenemos.
¿También fuera de Navarra? En cierta medida, sí. Fuera, pero cerca. Además colaboramos con Bed4U, dirigida por Ramón Sola, donde mantengo el 25%, con dos hoteles, en Cordovilla y Tudela. Tenemos un plan entre 2019, 2020 y 2021 para añadir tres hoteles más en otras comunidades autónomas. También participa en el sorteo de La Gorda de Navidad, que se ha convertido en un clásico.
¿Cómo empezó? Participo al 50% con Alberto Aguado. Surgió en 2012. Yo acababa de reformar el hotel de Villa de Castejón y tenía pocos clientes. Era difícil atraerles. Junto con el responsable de márketing, que hoy es mi socio en La Gorda, Alberto Aguado, pensamos en un sorteo para dar a conocer el hotel. Porque teníamos un buen establecimiento y la dificultad de poder mostrarlo. Pensamos en montar una gran cesta de Navidad en la cafetería para que la gente llegara, de cerca y de lejos, para verla y ambicionara conseguirla. Porque entonces ya tenía una valoración de 150.000 euros, con dos coches incluidos, y ocupaba la mitad de la cafetería. Así que surgió como reclamo y campaña publicitaria para el Hotel Villa de Castejón. La repercusión en los medios de comunicación fue tal que parecía que nos conocían más por el detalle de la cesta que por la gran inversión que habíamos hecho en el hotel.
Y le dieron una continuidad. Sí. Hasta independizarla como modelo de negocio. Ahora ya no es una cesta que esté en el Villa de Castejón. La montamos en un camión y recorre España. Donde antes estaba cien días, ahora está diez. La llevamos a áreas de servicios similares a Villa de Castejón, como el Restaurante 103. La Gorda de Navidad, que ahora tiene una valoración de 300.000 euros, además de crecer exponencialmente en territorio nacional, también lo hemos hecho con la venta on line y porque para algunos medios se ha convertido en marca blanca. Ahora estamos viendo la posibilidad de organizar el sorteo en otros momentos del año.
¿Cómo es la relación con la administración de lotería catalana La Bruja de Oro? Con Xavier Gabriel Lliset tengo una relación personal. Nosotros vendemos siempre lotería suya y ellos venden de La Gorda. Él es un enamorado de Navarra y aquí trasladó todas sus empresas. Tiene su domicilio social en mis oficinas centrales de Tudela.
Los 24 de diciembre tienen celebración especial en El Villa. ¿Por qué? Desde 2012, todos los camioneros que paran en El Villa de Castejón los 24 de diciembre duermen gratis. Antes siempre cerrábamos ese día, el único del año. Pero en 2012 ocurrió que 40 camioneros no pensaron que íbamos a cerrar y se quedaron en el aparcamiento. Les dimos el alojamiento. Cuando salieron hacia sus diferentes destinos lo contaron. Y por eso ha tenido tanta repercusión. Este último año han cenado 150 personas, de las que 25 eran camioneros, que han dormido gratis en el hotel.
Si echa la vista atrás, ¿cómo se ve hoy? Hoy soy el que siempre quise ser. Soy feliz siempre con todo lo que hago. Soy muy positivo y muy empático. Y aunque hubiera conseguido la mitad, mi pensamiento final sería el mismo. Y si hubiera conseguido el doble, también seguiría siendo el mismo. No tiene que ver con tener, sino con cuánto me satisface lo que hago. Hay una cosa que no ha cambiado desde cuando estaba en El Venecia a ahora: mi ambición por evolucionar con lo que hago todos los días. Eso me mantiene automotivado.
■ DNI ■ Eventshotels es una marca paraguas constituida en 2018 bajo la que se agrupa la propiedad de dos establecimientos: Hotel Villa de Castejón (89 habitaciones) y Hotel El Toro (64 habitaciones), además de la restauración de Baluarte, la de Pabellón Arena y la del parque Senda Viva. El servicio de Palacio de Baluarte esta integrado por La Terraza, dirigida por Carlos Rodríguez, presidente de Bartenders Navarra y campeón de España de Cocktails y Gin&Tonics; Verduarte, restaurante basado en la verdura y dirigido por Nacho Gómara (reconocido con un Sol Repsol); por el equipo de eventos, y por el restaurante que estará ubicado en la planta baja de comida para llevar. El jefe de cocina general para todo el grupo es David Yárnoz, con dos Estrellas Michelín. El grupo cuenta con 150 trabajadores fijos y 350 eventuales. La facturación prevista para 2019 es de 12 millones.